El Camp de Tarragona es un territorio pobre en recursos hídricos. La falta de agua ha sido un problema histórico y se han tenido que llevar a cabo costosas infraestructuras para cubrir la creciente demanda y no detener el desarrollo de las poblaciones.
Reus nace en el siglo XII cerca de un manantial, la conocida Fuente de la Villa o la Fuente Vieja. A medida que la villa crece tiene que buscar otros puntos de abastecimiento y se construye una primera canalización de agua: la acequia de Almoster. El agua llegaba a la balsa del Padrón - donde hoy se encuentra la plaza de Marià Fortuny - desde donde se repartía por toda la villa mediante una red de acequias con las que se suministraban las fuentes, los abrevaderos, los lavaderos y más de 500 huertos.
En el siglo XVIII Reus es la segunda ciudad de Cataluña. La explotación de aguas subterráneas facilita la expansión de la industria de aguardiente y de otras actividades económicas. La ciudad se embellece con nuevas fuentes y se mejoran los servicios.
A finales del siglo XIX los particulares empiezan a pedir el acceso directo del agua desde sus casas y se instalan los primeros contadores. También se mejora la higiene pública.
Cada vez el agua subterránea era más escasa. Se buscaban soluciones para poderla obtener y se propusieron numerosas ideas. Algunas, fruto del oportunismo aprovechando la desesperada situación en que se encontraba la ciudad, otras más juiciosas, proponían la construcción de embalses e incluso, contemplaban ya la posibilidad de llevar el agua del Ebro.
Finalmente, en 1904, se empieza la construcción del Pantano de Riudecanyes. En la ciudad se mejoran las canalizaciones, las instalaciones y la calidad del agua. Se construyen grandes depósitos delante del Instituto Pere Mata y en 1936, la estación depuradora de aguas residuales del Molinillo. Reus se convierte en pionera en lo que se refiere a reciclaje de aguas.